CARTA DEL PRESIDENTE
La autoexigencia, el espíritu crítico y la firme convicción de que la educación sirve y debe servir para crear un mundo mejor
Había que eliminar todas las rigideces, crear solidaridad en lugar de competencia y clasificación, evitar el ordenancismo, abrir las ventanas y dejar que entrara aire fresco, que los niños dejaran de ver en la Escuela un lugar opresivo.
Estos planteamientos, entonces novedosos, se han ido implantando, con diferente éxito y diferentes matices, casi en el conjunto de la enseñanza española. Todavía más en los aspectos humanos y morales que en los didácticos.
El segundo paso, hace veinticinco años, ya en una sociedad democrática, consistió en abrirse a la pluralidad de idiomas. La misma didáctica, la misma convivencia, en un entorno multilingüe: inglés, francés, alemán, italiano y, desde hace poco, chino mandarín. Establecimos contacto, colaboración e intercambios con veinticinco Colegios de diferentes lugares del mundo. Nuestros alumnos se acostumbraron a viajar, a convivir con familias suecas, italianas, norteamericanas, irlandesas, etc. Por videoconferencia realizaron trabajos en colaboración con compañeros checos, alemanes, griegos. Y vivieron –y viven- la diversidad de costumbres desde un mundo rural sardo a un grupo intelectual y universitario en Los Ángeles.
Ahora, al lanzar la Fundación queremos actuar en dos campos nuevos: Uno, que nuestros alumnos accedan al conocimiento y colaboración de realidades culturales y sociales nuevas para ellos: el tercer mundo hispano, africano, dónde deben aprender que nuestra realidad no se agota en Occidente y dónde –queremos- deben volcar su entusiasmo, su afectividad y su imaginación para ayudar a transformarlo en un mundo mejor. Otro, el deseo de extender nuestros éxitos educativos a grupos sociales que nunca han podido acceder a esta enseñanza intelectualmente elitista y que siempre ha estado reservada al grupo social que podía "pagarla".
Marco “intelectualmente elitista”, que no socialmente elitista. La autoexigencia, el espíritu crítico y la firme convicción de que la educación sirve y debe servir para crear un mundo mejor es lo que define ese “elitismo” intelectual, aunque específico, no exclusivo del Liceo Europeo.
Pero, en otro comunicado, recordaré a los numerosos amigos, conocidos y compañeros que han desarrollado proyectos paralelos o semejantes. Ahora, simplemente, pretendo explicar los grandes objetivos de la Fundación Liceo Europeo, contando con que el equipo humano que la compone expresa estos conceptos con mayor detalle, acierto y amplitud.
El Presidente de la Fundación,
Arsenio Inclán